DESARROLLO SOSTENIBLE
El concepto de desarrollo sustentable que entendemos como:
Satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la posibilidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas pasa a ser un obligado objetivo de política.
Satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la posibilidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas pasa a ser un obligado objetivo de política.
Esta problemática está siendo internacionalizada cada vez con mayor fuerza por los actores sociales y económicos.
Sin embargo, los gobiernos aún se encuentran muy lejos de enfrentar decididamente la oportunidad histórica de conciliar crecimiento económico con equidad y sustentabilidad ambiental.
América Latina tiene una
situación especialmente privilegiada, es la región del mundo con mayor
abundancia relativa de naturaleza; Europa y Norteamérica están sobrecapitalizados,
Asia está sobrepoblada y África se encuentra en estado sociopolítico
catatónico. Nuestra región se enfrenta a una disyuntiva histórica: seguir
dilapidando su naturaleza excepcional en nombre de la “ventaja comparativa” que
le asigna su abundancia relativa y en beneficio de minorías privilegiadas, o
asumir la gran oportunidad histórica de valorizar su patrimonio ambiental en un
mundo de creciente escasez de recursos hídricos, suelos fértiles, biomasa,
bosques, flora, fauna y biodiversidad. Son los recursos escasos del futuro, que
históricamente hemos regalado y dilapidado. El desafío es transformarlos en la
base de capital natural de un desarrollo social y ambientalmente sustentable.
La necesidad de transitar hacia una estrategia de crecimiento ambientalmente sustentable, planteada en la Cumbre de Río, se está constituyendo por ello en un requisito indispensable para la participación de nuestros países en un mundo crecientemente globalizado. Este es un tema que las clases dirigentes de nuestra región no van a poder seguir soslayando, so pena de graves conflictos internos y serias dificultades internacionales.
Los problemas ambientales de América Latina son agudos y bien conocidos, desde hace casi dos décadas, por lo que no intentaremos otra descripción de los mismos. El desafío actual no consiste en su desconocimiento, sino en la contumaz negativa de los grupos dirigentes y sus tecnocracias y burocracias a reconocer su trascendental importancia y a otorgarle la correspondiente prioridad. Subsisten además concepciones añejas que oponen el cuidado del medio ambiente al desarrollo, en circunstancias que ambos pueden potenciarse.
La necesidad de transitar hacia una estrategia de crecimiento ambientalmente sustentable, planteada en la Cumbre de Río, se está constituyendo por ello en un requisito indispensable para la participación de nuestros países en un mundo crecientemente globalizado. Este es un tema que las clases dirigentes de nuestra región no van a poder seguir soslayando, so pena de graves conflictos internos y serias dificultades internacionales.
Los problemas ambientales de América Latina son agudos y bien conocidos, desde hace casi dos décadas, por lo que no intentaremos otra descripción de los mismos. El desafío actual no consiste en su desconocimiento, sino en la contumaz negativa de los grupos dirigentes y sus tecnocracias y burocracias a reconocer su trascendental importancia y a otorgarle la correspondiente prioridad. Subsisten además concepciones añejas que oponen el cuidado del medio ambiente al desarrollo, en circunstancias que ambos pueden potenciarse.
Debe tenerse en cuenta,
además, que la mayor parte de las políticas y proyectos “ambientales” no son en
realidad específicamente ambientales, sino que son acciones que habitualmente
se practican en todos los sectores productivos y sociales públicos y privados
-industria, minería, obras públicas, construcción, agricultura, salud,
vivienda, recreación, etc.- que deben ser rediseñados, reformulados y
corregidos para incorporar en los planteamientos, decisiones y gestión
respectiva el criterio ambiental. 0 sea, en todos estos casos se hace
implícitamente gestión ambiental, pero se hace muy mal, por desconocimiento o
por un cálculo económico miope y obtuso.
La atenuación y reversión del deterioro ambiental, la contaminación y el agotamiento y degradación de los recursos naturales y de los ecosistemas requiere de recursos humanos, institucionales y financieros, que el Estado y el sector privado puedan utilizar para contrarrestar esas tendencias. En la mayoría de los casos, una política ambiental implica gastos, inversiones y subsidios. Esto requiere un cambio de prioridades en la asignación de recursos económicos en favor del medio ambiente. Establecer una política ambiental exige la asignación de los recursos correspondientes y la creación de una institucionalidad pública eficaz, responsable y bien financiada.
La atenuación y reversión del deterioro ambiental, la contaminación y el agotamiento y degradación de los recursos naturales y de los ecosistemas requiere de recursos humanos, institucionales y financieros, que el Estado y el sector privado puedan utilizar para contrarrestar esas tendencias. En la mayoría de los casos, una política ambiental implica gastos, inversiones y subsidios. Esto requiere un cambio de prioridades en la asignación de recursos económicos en favor del medio ambiente. Establecer una política ambiental exige la asignación de los recursos correspondientes y la creación de una institucionalidad pública eficaz, responsable y bien financiada.
Esta exigencia contrasta violentamente con la tendencia del financiamiento y prioridades públicas actuales. Por razones ideológicas, por la crisis de la deuda externa, por los desequilibrios fiscales y por la necesidad de la reestructuración productiva exportadora, la tendencia y las presiones nacionales e internacionales son a reducir el gasto público, y en particular las inversiones, los gastos sociales y los subsidios. En estas condiciones, es completamente ilusorio proponer un aumento de los gastos en preservación del medio ambiente, no obstante que por la disminución de los gastos de inversión y sociales públicos, y el estímulo a las exportaciones, las presiones sobre el medio ambiente crecen.
Un aspecto fundamental que influye en esta situación es la economía internacional, que por diversas razones (servicio de la deuda externa, presiones para la apertura comercial, deterioro de la relación de intercambio, altas tasas de interés, proteccionismo en los mercados externos, condicionalidad de políticas impuestas por el FMI, Banco Mundial, etc.), ayuda a crear la situación señalada anteriormente, de contradicción entre la necesidad de mayores fondos públicos para el medio-ambiente y las exigencias de diversa índole para reducir el gasto público.
En estas circunstancias, no
puede dejar de vincularse la posibilidad de acciones ambientales efectivas al
cambio de las condiciones de la economía internacional. En otras palabras, no
se puede desvincular la temática ambiental de la del desarrollo y de la
estructura y condiciones de las relaciones económicas internacionales. Y no se
puede aceptar, en especial, la condicionalidad ambiental, sin la adicionalidad
de los recursos financieros correspondientes. No será fácil para los gobiernos
de nuestros países llevar a cabo una negociación de este tipo, porque su propia
supervivencia depende en buena medida de aceptar someterse a las políticas y
condicionalidades internacionales. Sin embargo, la situación internacional
económica, social y ambiental se ha agudizado de tal manera que el Sur tiene
elementos para negociar con el Norte.
En las últimas décadas se ha acentuado la desigualdad entre Sur y Norte, entre la opulencia de los países desarrollados y la miseria y el colapso económico de la mayoría de los países subdesarrollados. Así ha sido durante la década de los 80 90, y probablemente continuará siéndolo en la próxima. Esto genera fuertes tensiones que se agudizarán en el mediano y largo plazo. Las masas marginales y excluidas del Sur presionan cada vez más intensamente por medio de la migración al Norte. El Norte pierde mercados potenciales, oportunidades de inversión y fuentes de abastecimiento seguras en el Sur. La devastación de los recursos forestales, la descertificación, la destrucción de la diversidad biológica, etc., del Sur crea problemas ecológicos sectoriales y globales al Norte. El equilibrio ecológico, social, político y económico mundial está cada vez más interrelacionado, ya no se puede desvincular. No se puede detener la destrucción del bosque tropical, con el objeto de evitar el daño ecológico global si la población y las economías del Sur se ven forzadas a colonizar y explotar las regiones tropicales para generar trabajo y divisas.
En las últimas décadas se ha acentuado la desigualdad entre Sur y Norte, entre la opulencia de los países desarrollados y la miseria y el colapso económico de la mayoría de los países subdesarrollados. Así ha sido durante la década de los 80 90, y probablemente continuará siéndolo en la próxima. Esto genera fuertes tensiones que se agudizarán en el mediano y largo plazo. Las masas marginales y excluidas del Sur presionan cada vez más intensamente por medio de la migración al Norte. El Norte pierde mercados potenciales, oportunidades de inversión y fuentes de abastecimiento seguras en el Sur. La devastación de los recursos forestales, la descertificación, la destrucción de la diversidad biológica, etc., del Sur crea problemas ecológicos sectoriales y globales al Norte. El equilibrio ecológico, social, político y económico mundial está cada vez más interrelacionado, ya no se puede desvincular. No se puede detener la destrucción del bosque tropical, con el objeto de evitar el daño ecológico global si la población y las economías del Sur se ven forzadas a colonizar y explotar las regiones tropicales para generar trabajo y divisas.
Esta vinculación recíproca entre la temática ambiental y la del desarrollo tiene que ser un elemento central de las negociaciones Norte-Sur, pero para desarrollar la argumentación correspondiente es vital que los gobiernos latinoamericanos comprendan, internalicen y recalquen de verdad la naturaleza de la problemática ambiental y asuman el hecho de que la política y la acción ambiental ya es, y lo será crecientemente en el futuro, un elemento esencial de la política de desarrollo y de la política y las relaciones internacionales.
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